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Las decisiones soberanas de la doctora
Noticia publicada a
las 02:20 am 18/08/25
Por: Salvador García Soto.
La “soberanía nacional”, esa entelequia más propia del siglo 19 que del globalizado siglo 21, ha sido siempre una muletilla muy socorrida y utilizada por los presidentes de México para tratar de defender su actuación ante los avasallantes gobiernos de Estados Unidos.
Empezando por Antonio López de Santa Anna, que mientras decía defender la soberanía nacional entregó más de la mitad del territorio de la República al país vecino,
siguiendo con la era priista donde los presidentes predicaban en público la defensa soberana de la República mientras acataban en privado, al grado de que varios de ellos (López Mateos, Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo) llegaron a colaborar como informantes de la CIA, o la guerra de Felipe Calderón que abrió de par en par las puertas nacionales a las agencias estadunidenses, no ha habido presidente y ahora presidenta que no invoque la soberanía como retórica nacionalista y patriotera, mientras cede en privado ante las presiones y amenazas de Washington.
La presidenta Claudia Sheinbaum, tratando de sostener la narrativa de la vieja izquierda —en la cual ella y su movimiento no se someten ante los gringos, con los que “colaboran” o “cooperan” pero no entregan al país, porque además los “vendepatrias” son los opositores— lleva meses repitiendo la cantaleta de una defensa soberana del territorio que le gana simpatías entre sus militantes y seguidores, pero que hacia afuera, en otros sectores de la sociedad, y también en los círculos políticos de Washington, se interpreta más bien como la resistencia a aceptar que los cárteles de la droga mexicanos, esos con los que su antecesor hizo pactos y les dio impunidad, deben de ser combatidos de manera abierta y frontal, para terminar con su reinado de violencia, miedo y extorsión hacia los indefensos mexicanos.
Porque al final ¿de qué soberanía habla la doctora cuando la mayor parte de los estados y municipios del país (según el Departamento de Estado más del 30% del territorio mexicano) está en control de los narcos y su violencia criminal? ¿De qué sirve defender la soberanía territorial con tanta demagogia y saliva si el Estado en su conjunto y su Gobierno en particular, no tienen el control total y absoluto de ese territorio, y comparten el monopolio de la violencia y otras funciones constitucionales como la seguridad, el cobro de impuestos y hasta el sistema de penas y castigos con los capos de la droga y su sicariato del terror?
Ayer mismo, cuando la presidenta Sheinbaum, el poderoso secretario de Seguridad, García Harfuch, y el fiscal Alejandro Gertz Manero repetían, en un coro bien ensayado, que la entrega de 26 capos y sicarios del narcotráfico mexicano no era por peticiones de Estados Unidos sino que eran “decisiones soberanas” del Gobierno de México por razones de seguridad, en el territorio del Estado de México, muy cerca de la capital nacional, un dron espía del Gobierno estadunidense sobrevolaba la zona de Valle de Bravo ubicando objetivos e instalaciones de los cárteles que operan en la conflictiva región sur mexiquense, mientras que el Departamento del Tesoro revelaba un nuevo golpe al cártel Jalisco Nueva Generación al confiscar y desmantelar una red de empresas ficticias que defraudaban a los mexicanos con la supuesta venta de tiempos compartidos.
¿Si somos tan soberanos por qué la corrupción de empresas estatales como Pemex la tienen que investigar y sancionar desde Estados Unidos, como en el caso reciente de los dos empresarios mexicanos acusados de sobornar a funcionarios a cambio de contratos y negocios con la petrolera, mientras aquí el Gobierno federal encubre y protege a esa misma corrupción? … Ruedan los dados.