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Desmoralización oficialista
Noticia publicada a
las 01:43 am 18/07/25
Por: Carlos Bravo Regidor.
Da la impresión de que se le está acabando la “esperanza” a la coalición en el poder, pues la realidad ya rebasó al oficialismo ante el contexto.
Hablar de “desmoralización” era, hasta hace poco, referirse sobre todo a las oposiciones. Del PAN, del PRI y del ya extinto PRD, partidos con mala reputación, sin liderazgos atractivos,
carentes de propuestas audaces y muy debilitados en las urnas. También era hablar del electorado opositor: avasallado por la fuerza del obradorismo, debilitado por el desmantelamiento de los contrapesos y las instituciones autónomas e impotente ante la capitulación de las autoridades electorales frente a la ilegalidad, cuando no por su abierta complicidad con el partido en el poder. Razones han sobrado, pues, para que en el flanco opositor prevalezcan el desánimo, la desesperanza y el derrotismo.
Desde hace algunas semanas, sin embargo, se percibe una sensación similar –aunque por razones muy distintas– en el bando oficialista. Tras la euforia por su resultado en la elección del 2024, sus cínicas componendas para hacerse de la mayoría calificada y aprovecharla con descaro para hacer reformas constitucionales a contentillo, da la impresión de que se le está acabando la “esperanza” a la coalición en el poder.
Y es que a la presidenta Sheinbaum se le han complicado mucho las cosas. Su partido concentra un poder enorme; sin embargo, ella no ejerce un liderazgo ni remotamente comparable al de López Obrador. Goza de alta popularidad, pero ésta no se está traduciendo en capacidad de resolver problemas. La economía está estancada. Su gobierno, a pesar de las ambiciones expansivas que presumió cuando era candidata, se ha visto obligado a recortar el gasto público y no cuenta con mayor margen presupuestal. Aunada a la típica desaceleración del primer año, enfrenta la incertidumbre provocada por la reforma judicial y los amagos arancelarios de Trump. Hasta ahora, su “Plan México” luce más como un catálogo de buenas intenciones que como una política pública que realmente pueda reactivar la inversión.
En materia de seguridad, la apuesta por García Harfuch parece bien encaminada pero enfrenta demasiados límites: restricciones presupuestales, el poder intacto de los militares y, en general, las magras capacidades institucionales del Estado mexicano. En paralelo le están estallando constantes escándalos de corrupción, huachicol y vínculos entre miembros de Morena y el crimen organizado. Y, otra vez, está Washington, cuyos señalamientos y presiones al respecto no han hecho más que escalar. A eso hay que sumarle las bombas que seguramente dejará caer un flamante “testigo colaborador” de la justicia estadounidense –y ante cuyas potenciales implicaciones la presidenta ha tenido una reacción, por decir lo menos, desafortunada–
Con sus rostros descompuestos, sus voces apagadas, su falta de soluciones, su indignación cada vez más inverosímil y una propaganda en la que ya ni ellos mismos creen, el oficialismo está dando muestra de una creciente desmoralización. No es para menos: la realidad ya rebasó a la “esperanza”.
@CARLOSBRAVOREG