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La subordinación de Sheinbaum
Noticia publicada a
las 02:06 am 05/07/25
Por: Ivanhoe García Islas.
Su gobierno ha optado por la comodidad de la subordinación a los riesgos de la independencia
El pasado 23 de junio de 2025, durante la conferencia de prensa matutina del gobierno federal, Claudia Sheinbaum fue cuestionada por el periodista Ernesto Ledesma de RompevientoTV con la pregunta: "¿Usted está de acuerdo o está consciente que lo que está padeciendo el pueblo de Palestina,
que es un genocidio?" [1]. Su respuesta inicial fue: "Ahora nos tenemos que ceñir a la política exterior de México, que es la búsqueda de la paz siempre" [2].
Cuando se le insistió si eso le impedía reconocer el genocidio, respondió: "Como presidenta de México lo que tenemos que hacer siempre es en el marco de la Constitución y siempre la búsqueda de la paz" [3]. En la misma conferencia, Sheinbaum reiteró que "México ha reconocido y seguirá reconociendo dos Estados: el Estado Palestino y el Estado de Israel" [4]. Esta posición revela las contradicciones de una política exterior que, bajo el discurso de la soberanía y la transformación, reproduce patrones históricos de subordinación.
La respuesta presidencial no es casual ni improvisada, revela una estrategia que permite al gobierno mexicano mantener una retórica progresista mientras evade compromisos sustantivos con los derechos humanos y la justicia internacional. Esta típica incongruente dualidad define el verdadero rostro de la 4T en materia de política exterior.
La evasión constitucional como estrategia
El refugio en el artículo 89 constitucional resulta particularmente contradictorio cuando este artículo establece como principio rector la "protección y promoción de los derechos humanos". ¿Qué coherencia puede existir entre la protección de derechos humanos y el silencio ante un genocidio documentado por organismos internacionales?
Mientras el gobierno de Sheinbaum ha emitido pronunciamientos a favor de la oposición en Venezuela, guarda un silencio calculado ante la ofensiva israelí que ha cobrado decenas de miles de vidas. Esta selectividad evidencia que la "política exterior constitucional" es, en realidad, una política exterior subordinada a intereses geopolíticos específicos. La Constitución se invoca selectivamente cuando conviene callar ante crímenes de lesa humanidad, pero se invoca cuando se quiere quedar bien con el vecino del norte.
La falsa equidistancia entre Israel y Palestina constituye, en los hechos, una forma de complicidad. Reconocer simultáneamente al "Estado de Israel" y al "Estado Palestino" implica ignorar la realidad de una ocupación militar que se extiende por décadas, la anexión ilegal de territorios y la implementación de un sistema de apartheid reconocido y documentado por organizaciones internacionales de derechos humanos. Esta posición beneficia exclusivamente al ocupante, legitimando su narrativa de "conflicto entre dos partes" cuando la realidad es la de una potencia militar y fascista atacando a una población civil bajo ocupación.
Complicidad armamentista
La complicidad mexicana con Israel se materializa de manera concreta en las transacciones comerciales de armamento. Durante el sexenio de López Obrador, las compras de equipo militar israelí no solo continuaron, sino que se intensificaron. Entre 2022 y 2023, Israel Weapon Industries obtuvo seis contratos con la Secretaría de la Defensa Nacional [5]. Esta relación comercial trasciende las consideraciones meramente técnicas o económicas: representa la formalización de una alianza militar con un Estado acusado de crímenes de guerra.
La llegada de Sheinbaum a la presidencia no significó una ruptura con esta política. Los contratos con empresas israelíes se han mantenido durante el periodo más agresivo de la ocupación, mientras el mundo es testigo de un genocidio en tiempo real, la SEDENA ha firmado contratos con Israel Weapon Industries, consolidando una alianza que contradice cualquier discurso humanitario.
¿Coordinación sí, subordinación no?
El eslogan gubernamental "coordinación sí, subordinación no" encuentra su mayor contradicción en la respuesta mexicana a las amenazas arancelarias de Donald Trump. Tras las presiones del presidente estadounidense, México se comprometió a desplegar 10,000 miembros de la Guardia Nacional a la frontera norte "de forma inmediata" [6]. Esta decisión, presentada públicamente como "cooperación bilateral", constituye en realidad una cesión directa de soberanía nacional.
El despliegue militar en la frontera para contener la migración no es una política diseñada para beneficiar a México. Es una respuesta a demandas estadounidenses que convierte a las fuerzas armadas mexicanas en una extensión del aparato de control migratorio de Estados Unidos. Los 10,000 elementos desplegados no protegen la seguridad nacional mexicana; protegen los intereses políticos de Trump y su agenda antiinmigrante.
Esta militarización de la frontera reproduce un patrón establecido durante el primer mandato de Trump, cuando López Obrador también cedió a presiones similares. La diferencia radica en que Sheinbaum ha profundizado esta política, presentándola como una decisión soberana cuando es claramente una respuesta a presiones externas. El gobierno mexicano ha convertido a la Guardia Nacional en un brazo ejecutor de la política migratoria estadounidense, financiado con recursos públicos mexicanos.
La lógica de la subordinación
Estas contradicciones no son accidentales ni productos de improvisaciones diplomáticas. Responden a una política bien definida que permite al gobierno mexicano mantener un discurso progresista hacia el interior mientras practica una subordinación encubierta hacia el exterior. La 4T ha perfeccionado el arte de la subordinación encubierta: ceder en lo sustancial mientras se mantiene una retórica soberanista para consumo interno.
Esta estrategia opera mediante la construcción de falsas disyuntivas. Se presenta la relación con Estados Unidos como una necesidad geográfica inevitable, como si la vecindad geográfica determinara automáticamente la subordinación política. Se justifica la compra de armamento israelí como diversificación, como si en todo caso, no fuera posible adquirir equipo militar de países que no estén cometiendo genocidio. Se describe el despliegue fronterizo como cooperación, como si la soberanía nacional fuera negociable a cambio de evitar aranceles comerciales.
Es más cómodo hablar de derechos humanos en abstracto que confrontar a Israel por sus crímenes concretos. Es más sencillo criticar el imperialismo estadounidense en conferencias académicas que rechazar sus demandas específicas sobre control migratorio.
Las consecuencias de la complicidad
Esta subordinación tiene consecuencias que trascienden el ámbito diplomático. Al evitar calificar como genocidio la masacre palestina, Sheinbaum contribuye a normalizar la impunidad internacional. Al mantener relaciones comerciales militares con Israel, el gobierno mexicano se convierte en cómplice indirecto de crímenes de guerra. Al militarizar la frontera por presiones estadounidenses, se vulneran los derechos de las personas migrantes y se subordina la política de seguridad nacional a intereses extranjeros.
La política exterior de Sheinbaum reproduce, en esencia, los vicios del sistema político mexicano que la 4T prometía superar. La subordinación al imperialismo estadounidense continúa, ahora bajo nuevos ropajes retóricos, la complicidad con regímenes agresores persiste, ahora justificada en la constitución, la distancia entre discurso y práctica se mantiene, ahora perfeccionada mediante estrategias de comunicación más sofisticadas y una horda de aplaudidores amplificados por las redes sociales.
México podría ejercer un liderazgo regional significativo en la defensa de los derechos humanos y la justicia internacional. Su historia, sus recursos diplomáticos y su posición geográfica le otorgan un potencial considerable para influir en beneficio de los más desprotegidos. Sin embargo, el gobierno de Sheinbaum ha optado por desperdiciar este potencial, prefiriendo la comodidad de la subordinación a los riesgos de la independencia.
La 4T, en materia de política exterior, no ha transformado nada sustancial, ha continuado y, en algunos aspectos, profundizado las prácticas de subordinación que caracterizaron a gobiernos anteriores. La diferencia radica únicamente en la sofisticación del discurso utilizado para justificar esta continuidad.
La reciente inclusión de México en la lista de países enemigos de Estados Unidos es una estrategia más para terminar de doblegar al gobierno mexicano, ante esto, Sheinbaum puede seguir repitiendo que su gobierno practica "coordinación sin subordinación", o comenzar a defender los intereses de los mexicanos, lamentablemente todo indica que la subordinación será una vez más el camino.
México, bajo la 4T, ha convertido la política exterior en un instrumento de legitimación de crímenes de lesa humanidad y de subordinación a potencias extranjeras. El precio de esta subordinación lo pagan tanto la credibilidad internacional de México como las víctimas de la ocupación en Palestina ante las cuales el gobierno mexicano prefiere guardar un silencio cómplice.