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la pérdida de vida de seres queridos, sin lograr despedirles como debe ser; la postergación de eventos programados; la falta de cierre de ciclos, como el concluir el año escolar, con la ausencia de la graduación; la pérdida de empleos; la disminución de ingresos, además de las continuas enfermedades; todas ellas, son sensaciones de separación que llevan a los seres humanos a vivir momentos de ansiedad, tristeza o desolación.
En general, en el mundo, en sus diversas dimensiones, todos hemos sentido la impresión de traer "la mochila llena"; pues, acostumbrados a vivir de manera natural, con sus altas y bajas, en ese ir y venir cotidiano de la vida, repentinamente, todo se detuvo. Nuestra vida es otra, en todas las formas.
Adaptarnos a la nueva realidad, a lo que estamos viviendo en estos momentos, es llegar a un estado de verdadera aceptación, pues una cosa es lo deseable y otra es lo posible y, en esa brecha, podemos encontrar un cúmulo de muchas decepciones, al crearnos altas expectativas de una realidad inexistente o imposible.
Sin duda, las reacciones violentas que se han incrementado en los últimos meses, obedecen a las altas expectativas que las personas colocan en otros seres humanos, o en viajes inalcanzables, objetos materiales, espacios laborales, familias idealizadas, cuya resistencia los lleva a la frustración, rechazando la realidad.
Según Facundo Manes, un nuero-científico sudamericano, asegura que es urgente hacer una lectura realista sobre lo que está sucediendo, de lo contrario el miedo nos paralizará y nos impedirá accionar.
Existe una idea colectiva: el "sálvese quien pueda", esta idea podría llevarnos como sociedad al desastre, pues esta nueva realidad está reconfigurando las relaciones de las sociedades de una forma demasiada egoísta.
La nueva realidad, mal encaminada, puede ser una amenaza, al tener la posibilidad de sacar lo peor de los seres humanos; como el individualismo, el totalitarismo y las restricciones de libertades. Ante, estos inéditos tiempos, tenemos el desafío de responsabilizarnos de nosotros mismos, sin colgar nuestra estabilidad en otros seres humanos, espacios o cosas materiales.
Me parece más que urgente, hacer una pausa, llegar a la aceptación, de vivir todo esto, que es inevitable, pero con una energía distinta, un pensamiento constructivo y, sobre todo, una fe renovada en Dios, para ver en esta inevitable nueva realidad, el mejor escenario posible, donde podamos mirar hacia abajo y servir a los demás. Después de esto, ya no podemos ser los mismos, egoístas, seres humanos.
Y, en este espacio, envío mi solidaridad a toda la familia de nuestro querido Rubén López Gallegos, un ser excepcional, que despedimos, con dolor, justo, en esta realidad. Me siento tan privilegiada de haberle tratado y conocido. Me quedo con su ejemplo de humildad, generosidad, Don de gente y trato eternamente constructivo, un especial carácter que le llevó a trascender por varias generaciones. En paz descanse, nuestro amigo querido.
@ArlnContreras
Fuente: Siglo de Durango.
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