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HAY QUE DARNOS UN RESPIRO
Noticia publicada a
las 01:26 am 23/01/19
Por: Lorena Rivera.
De nueva cuenta, la Organización Mundial de la Salud (OMS) nos alerta que nueve de cada 10 personas en el mundo respiran aire contaminado. Para este año —que lleva 22 días transcurridos—, considera que la polución atmosférica representa el mayor de los riesgos ambientales para la salud de la gente.
Cada año, siete millones de personas mueren prematuramente por enfermedades como cáncer, accidentes cerebrovasculares y enfermedades cardiacas y pulmonares.
Esas cifras de enfermos y muertos podrían empeorar.
El jueves de la semana pasada, la OMS publicó la lista de las que considera las diez graves amenazas para la gente en este 2019: enfermedades no transmisibles, una nueva pandemia de influenza y la contaminación del aire, entre otras.
Además, incluye la situación en la que viven mil 600 millones de personas, “víctimas de la pobreza, el hambre, los conflictos y el desplazamiento, y falta de servicios de salud primaria”.
Así, el 90% de los decesos por aire contaminado sucede en naciones de ingresos bajos y medianos. Y sí, los responsables son las altas emisiones contaminantes de los sectores industrial y de transporte, además de estufas y combustibles sucios en los hogares.
La quema de combustibles fósiles no sólo contamina el aire que respiramos, también contribuye al cambio climático.
De acuerdo con la OMS, entre 2030 y 2050 “se espera que el cambio climático cause 250 mil muertes adicionales por año, como consecuencia de la desnutrición, malaria, diarrea y estrés por calor”.
El tiempo es infinito, pero para actuar contra el cambio climático y la degradación ambiental es limitado.
Las decisiones que tomen tanto gobiernos como empresas serán importantes, pero lo que en verdad hará la diferencia es el involucramiento de las sociedades. Llegó el momento de dejar la pasividad y empujar la acción climática.
Sólo quedan 11 años para disminuir drásticamente en 45% los gases de efecto invernadero (GEI). De no ser así, las temperaturas rebasarán el umbral de los 1.5 grados centígrados hasta llegar a 2 o 3 grados centígrados para 2050 y, entonces, veremos la peor de las caras de la inestabilidad del clima.
El planeta es capaz de aguantar y adaptarse a los cambios, lo ha hecho durante millones de años. No así la humanidad.
Lograr la reducción de los GEI no es asunto de uno o algunos pocos, debe ser producto del esfuerzo global, sin embargo, desde lo local, cada nación debe implementar, de acuerdo con sus capacidades, recursos y necesidades, mecanismos para transitar hacia una economía menos dependiente de los combustibles fósiles.
Pero aquí, la claridad es básica. Los países más ricos y contaminantes del orbe sí o sí tienen la obligación de ser mucho más ambiciosos en la tarea de descarbonizarse.
Primero, porque se lo deben a sus habitantes. Y porque es la manera de resarcir el daño ocasionado por degradar el ambiente al haber sido responsables u omisos.
Segundo, porque hay pequeñas naciones que, sin deberla ni temerla, sufren los impactos del cambio climático que ellas no ocasionaron.
Bajar los niveles de GEI no es una tarea sencilla, sin embargo, la hoja de ruta está trazada y para ello se requiere voluntad política.
Sería suicida seguir postergando la descarbonización de las economías o frenar la implementación de políticas integrales para aumentar la eficiencia energética y generar electricidad ciento por ciento limpia a través de las renovables.
Se requiere desplegar nuevas estrategias, así como acrecentar las inversiones verdes en los sectores de transporte e industrial.
Asimismo, es urgente acelerar la innovación en combustibles limpios y así ir eliminando los contaminantes de la atmósfera.
Existe un amplio abanico de oportunidades en materia económica y hay naciones que ya lideran la creación de millones de empleos basados en las energías renovables.
En estos tiempos, requerimos no héroes, sino verdaderos líderes que inspiren y fomenten los cambios para que la gente tenga una vida más sana en un mundo menos dañado.
Líderes que se atrevan a impulsar un impuesto al carbono, porque cualquier actividad que contamine la atmósfera debe pagar por ello.
Los políticos no siempre hacen lo correcto. No deben tener miedo a una imposición sobre actividades nocivas con efectos dañinos para la sociedad, pues esto forzará a las industrias y a la gente misma a hacerse más responsables.
Hay que presionar para hacer lo correcto, porque va de por medio el bienestar y la salud de las personas.
Si los datos anteriores que muestran un presente y futuro catastrófico no son suficientes para emprender la acción, entonces ¿qué podrá hacerlo?
Países y sociedades no podemos dejar para después la defensa del bien común. Y el bien común es cuidar la salud del planeta porque hacerlo es procurar la nuestra.