pero no es solo este sistema el que se ve afectado por los cambios en los niveles elevados de este lípido.
El colesterol es un lípido complejo, formado por ciclos unidos de carbono que le confiere hidrofobicidad, es decir, repele al agua, con una pequeña, pero relevante, región que tiene la propiedad contraria, es hidrofílico.
Esta molécula es fundamental para la vida, ya que conforma parte sustancial de las membranas celulares, confiriéndoles, en gran medida, su funcionalidad, ejerciendo efectos moduladores de la rigidez de la membrana. Otra función importante es la de servir de precursor de sales biliares, aquellas sintetizadas por el hígado, y que permiten la digestión y absorción intestinal de las grasas que consumimos, gracias a la emulsión de ellas.
También es necesario en la producción de varias hormonas que orquestan nuestra vida diaria, como los progestágenos, andrógenos o estrógenos. Existen otras funciones más del colesterol, pero basten estos tres ejemplos para dejarnos claro la vital importancia de este lípido en la vida.
La otra cara del colesterol está marcada básicamente por su exceso en nuestro cuerpo, ya sea causado por enfermedades relacionadas a su movilización o transformación, como la hipercolesterolemia familiar, o simplemente por un alto consumo de alimentos ricos en colesterol, que es ciertamente, la más frecuente en México. En la Encuesta Urbana de Alimentación y Nutrición de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (Enurbal), que se realiza periódicamente, se menciona que el consumo de colesterol, entre los capitalinos, ronda entre los 374 a 452 mg/día, cuando lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud es de 240 a 260 mg/día, esto representa casi lo doble.
Como se mencionaba, el impacto visible y frecuente, es a nivel del sistema cardiovascular, generando enfermedades coronarias que eventualmente pueden culminar con infartos o enfermedades vasculares, pero las repercusiones van más allá, por ejemplo, a nivel hepático y cáncer en este órgano.
Las estadísticas en salud en México, y de conformidad con lo informado por la Secretaría de Salud en el Programa Sectorial de Salud 2013-2018 publicado en el Diario Oficial de la Federación el 12 de diciembre de 2013, muestran que las enfermedades crónicas del hígado ocupan el cuarto lugar entre las principales causas de mortalidad general a nivel nacional, mientras que en la población con edad productiva (15-64 años) ocupan el segundo lugar, por lo que es clara la importancia que tienen las enfermedades hepáticas como problemas de salud pública en el país.
El cáncer de hígado más frecuente, el carcinoma hepatocelular, se está posicionando, a nivel mundial, como el cáncer más letal que existe; recientemente el Instituto Nacional de Cáncer, de Estados Unidos reportó (Annual report to the nation on the status of cancer, 1975-2012), que la mortalidad general por cáncer está disminuyendo significativamente, sin embargo cuatro neoplasias se incrementan, lejos de disminuir, siendo el de hígado el que mayor aumento tiene lo cual representa, en sí mismo, ya una alerta internacional.
Cada vez se gana más evidencia la relevancia que tiene la esteatosis en el inicio y la progresión del carcinoma hepatocelular, pero recientemente se reconoce que el tipo de lípido puede diferenciar estadios de agresividad o presentación clínica.
Estudios realizados en el laboratorio de fisiología celular y biología molecular de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana, han mostrado que las enfermedades del hígado relacionadas con la sobrecarga de lípidos (esteatosis), se debe más al tipo de lípido, que, a la cantidad acumulada en el órgano, siendo ciertamente, el colesterol el que marca en gran medida, la diferencia en la progresión a estadios más graves como la esteatohepatitis, cirrosis o cáncer.
Recientemente el grupo de investigación publicó en la revista arbitrada Oncotarget, que el consumo de una dieta alta en colesterol, en animales de experimentación, promueve un incremento en la generación del daño oxidante en el ADN, una pérdida en la actividad de proteínas encargadas de su reparación y, por lo tanto, mayor capacidad carcinogénica en presencia de agentes tóxicos. Las repercusiones no terminan en ello; en un modelo de consumo crónico de la dieta alta en colesterol, se encontró mayor rapidez en el proceso de formación de tumores los cuales fueron, además, de mayor tamaño y con una presentación más agresiva, generando, incluso metástasis al pulmón, aspectos que no se observaron en la contraparte que consumió una dieta sin colesterol.
La investigación, producto de la tesis doctoral de Gloria Cristina Enríquez Cortina (Doctorado en Biología Experimental, UAM-I), concluye que el exceso del consumo de colesterol, provee una sobrecarga del lípido en el hígado que confiere propiedades promotoras de tumores con alta agresividad, de hecho, se ha encontrado en personas con tumores hepáticos, un aumento en la maquinaria molecular relacionada con el colesterol, siendo aún más relevante en aquellos pacientes con una presentación clínica agresiva y con mal pronóstico.
En conclusión, se puede asegurar, con base a la investigación científica, que la sobrecarga de colesterol hepático, está generando mayor daño hepático lo cual está condicionando un incremento en la incidencia del carcinoma hepatocelular, con presentaciones más agresivas y con mal pronóstico para pacientes. Es importante tomar medidas sanitarias al respecto, ya que el problema puede hacerse aún mayor en el mediano plazo.
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Profesor-investigador del Departamento Ciencias de la Salud, de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana y Miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y de la Nacional de Medicina.
Fuente: Crónica.
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