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Tiempos apocalípticos
Noticia publicada a
las 02:57 am 09/10/17
Por: Gilberto Nieto Aguilar.
XALAPA, VER.- Sin referirnos al último libro del Nuevo Testamento, citamos la palabra apocalíptico para hacer alusión a los tiempos oscuros, temibles, que amenazan o implican exterminio o devastación, porque es precisamente lo que estamos viviendo. Tiempos de pensar, reflexionar, hacer. Tiempos de estacionar la maquinaria de la civilización para ver si el rumbo conduce hacia un futuro claro y promisorio, o caminamos hacia derroteros confusos y autodestructivos.
La tendencia actual lleva a la sociedad a un mundo sin valores. Esto no es posible por la naturaleza intrínseca del ser humano, pero por desgracia pocos reconocen que una sociedad con esa predisposición sería un caos total. Se perdería el respeto al prójimo, dejarían de ser operativas las normas y leyes y no habría garantía de convivencia. La ola de delitos se incrementaría al no existir un regulador de la conducta y únicamente sobrevivirían los más fuertes, o los más astutos y con menos escrúpulos.
La relajación de las costumbres sería lo usual. En el cementerio axiológico de la humanidad reposarían olvidadas la paz, la verdad, tranquilidad, paciencia, prudencia, honestidad, educación, amabilidad, alegría, gentileza, gratitud, atención, respeto, justicia, bondad, generosidad, convivencia, dignidad, amor y cientos de palabras que caerían en desuso, huecas de significado. La Aldea Global quedaría sin vínculos y valores comunes que la unan.
Sodoma y Gomorra serían un modelo de inspiración para aquellos en quienes persiste la terquedad humana de la imitación. Hombre con hombre y mujer con mujer nunca ha sido la fórmula natural para perpetuar la especie. Y los métodos que podrían utilizarse para la reproducción no ofrecen ventajas para preservar la condición y la naturaleza humanas.
En un planeta cercano a los 8 mil millones de habitantes, es necesidad apremiante un inteligente consenso de valores para poder coexistir. Un mundo en que, sin embargo, siempre seguirá teniendo buenas y malas personas, a pesar de que el crimen organizado se adueña del poder de facto y forma, en contraste con la gente solidaria que ayuda en los casos de calamidades colectivas como el sismo.
En los anales de los desastres naturales, siempre han existido catástrofes que han diezmado a la humanidad. Hoy el cambio climático incrementa la amenaza hasta llegar a poner en peligro la supervivencia y la vida sobre la tierra. Para llegar a estos extremos, la ausencia de valores ha jugado sus cartas con las empresas privadas, las normas y corrupción de los gobiernos y la ignorancia y apatía de los ciudadanos.
En Walden (1854), Henry David Thoreau hace un canto a la naturaleza en un diario del que podemos encaminar una crítica a las políticas ambientalistas y a la indolencia ciudadana, basada en el convencimiento de que “el hombre es rico en proporción a la cantidad de cosas de las cuales puede prescindir” para llevar una vida sana, abierta a los encantos de la naturaleza, a los buenos libros y al pensamiento estimulante, sin prestar tanta atención a los sesgos de las redes sociales y a la tecnología de la comodidad que nos impiden pensar con mayor claridad.