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Barroco moreno
Noticia publicada a
las 02:08 am 30/12/25
Por: Luis Farías Mackey.
El obradorato es una especie de barroco redivivo: comparte con el barroco mexicano su arcaísmo romántico, exaltado y farsante por una idealización maniquea y caricaturizada de las culturas prehispánicas como una unidad maciza y diáfana; participa, por igual, de lujos exuberantes y excesivos, a veces afrentosos, casi siempre payos;
busca descentrar al espectador moviéndolo a la admiración, devoción y pasmo, o a la repulsión más rabiosa posible; sus ropajes, joyas, omnipresencias mediáticas, excesos, desplantes y teatralidades buscan rebasar a la más trastornada imaginación.
En el fondo al barroco morenista no le preocupa que las redes se vuelquen en su contra y la crítica se rasgue las vestiduras, muy por el contrario, le fascina, lo necesita, lo prohíja, lo disfruta, porque es un barroco mediático que si no logra niveles de paroxismo no sirve; la adicción escenográfica de personajes como Noroña, gutierritos de “dato protegido”, Andrea Chávez, Layda Sansores o Arturo Ávila, lo acreditan fehacientemente.
Un barroco cuatrotero excesivo y extenuante, en gran parte emparentado con el resentimiento, lo vulgar, lo vindicativo y la demencia.
Un barroco, por cierto, imposible en la simpleza, resequedad y característica plana -ausencia de profundidad- de Sheinbaum, no nada más incapaz de competir con las locuras a raudales de sus compañeros (es un decir) de viaje, sino de entenderlas y refrenarlas. Frente al tropicalismo delirante entre gallinas y pavos reales, Claudia acomoda macetitas de noches buenas en un árbol navideño en un patio vacío, camina por pasillos silentes, abraza a un soldado de tramoya y sigue con pánico el parlamento ante las cámaras del palo que se contrató por marido.
Así que no se enojen por la jactancia de Noroña, los guardarropas de los datos protegidos, el histrionismo de la Chávez, lo falsario de Ávila, las displicencias de Adán Augusto o las riquezas de Andy, son expresiones de un barroco enfermizo y de escasa vida.