Contiene 336 páginas y seis grandes apartados. La información comenzó a desmenuzarse y hacerse pública y parecía que la ASF le había puesto el cascabel al gato. Pero el lunes por la noche, el gato ya era otro.
La ASF “es el órgano técnico especializado de la Cámara de Diputados, dotado de autonomía técnica y de gestión, se encarga de fiscalizar el uso de los recursos públicos federales en los tres Poderes de la Unión”, reza en su página de internet. No obstante, los diputados siempre han tenido asimetrías, muchas de ellas cooptadas por intereses políticos, para elegir a este fundamental funcionario, que debe esclarecer los gastos públicos.
En marzo de 2018, fue elegido David Colmenares Páramo como nuevo auditor de la ASF, mediante voto secreto y para un periodo de siete años. Sustituyó a Juan Manuel Portal, en un proceso que muchos catalogaron de poco transparente.
En ese entonces, estábamos a cuatro meses de la elección del 1 de julio, donde Andrés Manuel López Obrador arrasó, y Morena se posicionó como la primera fuerza política del país. La designación de Colmenares se dio sin debate en el Pleno y obtuvo una mayoría calificada, con 377 votos.
El otrora PRD reprobó la secrecía impuesta por la Junta de Coordinación Política, cuya Legislatura estuvo dominada por el PRI y el PAN. Y mientras, los aplausos de la bancada del PRI y el Partido Verde, aliados en ese entonces, respaldaban la designación de Colmenares, el diputado Guadalupe Acosta Naranjo afirmaba que se estaba sentando un “precedente muy negativo” al definir al nuevo auditor en lo oscurito y sin un debate abierto.
Los otros dos competidores eran José Trinidad Zaldívar (excomisionado del IFAI y asesor de Luis Donaldo Colosio) y Arturo Orci Magaña (quien trabajó en las administraciones de Carlos Salinas de Gortari y Miguel de la Madrid, y una apuesta directa de Emilio Gamboa Patrón).
Finalmente, fue elegido David Colmenares, cuya vasta experiencia se concretó tanto en gobiernos priistas como panistas, transitando desde Liconsa (1995-1998) hasta Banobras (1999-2000), la Secretaría de Hacienda (2000-2006) y en la misma ASF (2012-2013). Los tres candidatos fueron calificados de poseer un fuerte ADN priista.
A partir de este contexto, y bajo la premisa de que la política en México ha sido perversa, es válido preguntarse, después de que Colmenares y sus auditores reconocieran su error en las conclusiones respecto a la cancelación del proyecto del aeropuerto de Texcoco por sus “inconsistencias en la cuantificación realizada en la auditoría”, si, ¿dictaminaron a partir de intereses provenientes de grupos opositores al actual gobierno, rumbo al proceso electoral del 6 de junio, o en verdad fue un error?
O bien, analizar si los otros datos del presidente movieron las estructuras dentro del Poder Legislativo para hacer cambiar la veracidad de los resultados originales. Para eliminar las dudas, lo mejor es que se exponga claramente la información para definir de dónde provino la equivocación, y las malas cifras. No obstante, todo apunta, a pesar de los pesares, a que el error surgió dentro de la estructura operacional de la ASF.
Difícilmente se aclarará si provino a partir de motivos políticos, o fue resultado de malos criterios operativos. No obstante, ambas cosas significan un retroceso en ese importante órgano que audita, cómo y en qué, se gastó el dinero público.
La cancelación del aeropuerto de Texcoco ha sido una de las apuestas más arriesgadas del presidente Andrés Manuel López Obrador, y aunque queda claro que una de sus motivaciones centrales es eliminar lo que él considera "los símbolos del neoliberalismo", hay mucho más en juego, entre otras cosas, la capacidad de su gobierno de llevar a cabo sus magnas obras de manera eficiente, sustentable y transparente, es decir, demostrar que saben gobernar. La oposición espera que descarrilen para politizar los errores de la 4T.
La credibilidad de la ASF quedó maltrecha. ¿Qué harán para recuperarla? No sólo deberán esclarecer cuanto antes sus errores, sino definir cómo le van a hacer para no volverlos a cometer, y redefinir qué aspectos, dentro de todo el contenido del informe de la Cuenta Pública 2019, contiene cifras, porcentajes y criterios incorrectos.
A partir de su rectificación, nos obliga a pensar mal, y asumir que quizá sus malos datos contenían tintes políticos. De esta manera y por ahora, todo el informe queda en duda. ¿Qué hubiera pasado, si el lunes pasado, el presidente no hubiera dicho su clásico: "tengo otros datos", y pide confrontar las conclusiones de su gobierno con las de la ASF? La vida sigue su curso, entre el error y la mentira.
No cabe duda que la ASF vive uno de sus momentos más críticos, ya sea por omisiones, errores o sumisión. Y eso, es un retroceso para la transparencia en México.
Fuente: EL FINANCIERO.
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