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EL COVID-19 Y LA ESQUIZOFRENIA POLÍTICA EN MÉXICO
Noticia publicada a
las 04:05 am 31/03/20
Por: Luis Acevedo.
* No es inédito considerar que la megalomanía, el autismo o la esquizofrenia se han presentado en México o en el mundo…
Es muy probable que por el proceso de aislamiento para evitar el contagio de COVID-19, algunos somos ahora más observadores y analíticos del entorno, especialmente de las autoridades, como si hubiéramos invertido el microscopio para ponerlas como un peligroso objeto de estudio.
Los mensajes y las decisiones políticas a lo largo de trimestre han contribuido enormemente para darnos cuenta de que estamos perdiendo la noción entre la realidad y la ficción, porque las autoridades del país, al más alto nivel no dan sentido a lo que proponen con los resultados, con lo que si no son contradictorios resultan absurdos.
En principio pensaríamos que es consecuencia de las deficiencias en la comunicación, que lo es; aunque en realidad resulta por un serio problema de esquizofrenia política, ya que cuando se mezclan estos dos problemas las consecuencias pueden catastróficas para la sociedad.
Por lo regular se confunde el trastorno de identidad disociativa o múltiple personalidad con la esquizofrenia. Los expertos en salud mental distinguen que la esquizofrenia se basa en las notables alteraciones que tienen algunos individuos en la percepción de la realidad y porque, además, los enfermos de trastornos esquizofrénicos tienen problemas para estructurar y dar sentido a sus mensajes.
Aunque la historia nos da cuenta de muchos personajes así, de manera especial desde la Segunda Guerra Mundial por la presencia de personajes como Hitler y otros más, la teoría de la comunicación ha desempeñado un papel esencial en el análisis de los problemas y las acciones comunicativas que involucran a este tipo de trastornos en la sociedad.
De ahí que, tanto la psicología como la psiquiatría se valen de esos trabajos y forma parte de las enseñanzas básicas para los estudiantes de comunicación.
Por ejemplo, Paul Watzlawick, creador del axioma clásico “No se puede no comunicar” y del libro Teoría de la Comunicación Humana, es enfático al afirmar que toda conducta humana es comunicación y toda comunicación afecta a la conducta, por tanto, al orden social.
También Gregory Bateson, quien desarrolló la teoría del Doble Vínculo, sustentó el estudio de la emisión de mensajes contradictorios, como cuando un niño trata de relacionarse con su madre que sufre de dificultades afectivas y cuando ella le expresa cuánto lo quiere, a nivel gestual al niño solo le llegan señales de rechazo. El mensaje verbal de la madre no coincide con la expresión corporal que envía a su hijo.
Como lo que hemos estado viendo en la realidad mexicana.
A partir de esa realidad, las acciones de los líderes políticos son objeto de análisis. Más, cuando sus procesos de comunicación muestran problemas, son contradictorios o no resultan claros.
Está por demás decir que los mensajes del gobierno mexicano, en general, y los del presidente López Obrador, en particular, se enmarcan en el ámbito de la esquizofrenia, con todo lo que eso representa cuando menos desde la perspectiva de la teoría de la comunicación, porque si lo ubicamos en la perspectiva de la salud mental tendríamos que pensar en pérdida.
No es inédito considerar que la megalomanía, el autismo o la esquizofrenia se han presentado en México o en el mundo, ni es la primera vez que lo padecemos. La gravedad resulta cuando en función del carisma se imponen las contradicciones o decisiones contrarias a la lógica y al beneficio de la sociedad en su conjunto.
Especialmente, en medio de la crisis sanitaria y de cara a los problemas económicos que se advierten, se observan mensajes contradictorios entre el mensaje, las acciones del líder y su personalidad como político.
Si pensamos en Watzlawick y Bateson con relación a los mensajes del gobierno mexicano ante la emergencia sanitaria y sus consecuencias económicas, no existe correspondencia entre el lenguaje gestual y los mensaje políticos (sin duda de importancia). Al contrario, se observa enorme incongruencia entre lo que se dice y se hace.
El resultado es esquizofrénico y tiende a descalificar las acciones.
Los esquizofrénicos no son capaces de comunicarse consigo mismos ni con los demás. En consecuencia, propician desconcierto, desgaste político y desconfianza, que afectan el orden social.
Ojalá el COVID-19, en esta etapa de recogimiento y análisis, nos ayude a enfrentar la emergencia sanitaria y nos fortalezca para que el complejo futuro económico no derive en ideas rupturistas sino en decisiones verdaderamente democráticas que conduzcan a una realidad menos ocurrente, más asertiva y favorable para todos.