animando procesos políticos, provocando como respuesta el accionar desestabilizador de la dominación local, regional y mundial. Por eso las tensiones y contradicciones actuales deben ser resueltas.
No alcanza con la impugnación al neoliberalismo y lo que debe objetarse es el capitalismo. Resulta necesario discutir la modificación del modelo productivo y de desarrollo sustentado en el crecimiento, la expectativa por atraer inversiones y la tendencia a la mercantilización generalizada en una reproducción de una norma por la ganancia y la acumulación. Se trata de un cambio de lógica, más orientada a la satisfacción de las necesidades sociales extendidas y por eso más pensar en producir bienes de uso que en bienes de cambio, es defender a la naturaleza en tiempos de agresión y devastación con peligro sobre la vida, la sociedad y el propio hábitat.
El escenario regional tiene un mensaje claro: un modelo de exclusión como es el neoliberal no se sostiene sin la resignación de los excluidos que no se puede lograr ni siquiera con la artillería pesada de las corporaciones mediáticas. Las protestas callejeras multiplicadas tienen un sustrato en la insatisfacción de la mayor parte de la población, muy perjudicada por las políticas que adelantan las élites.
En Ecuador, en octubre el presidente reformista Lenin Moreno lanzó un paquete de ajustes pactado con el Fondo Monetario Internacional (FMI), con fuertes alzas en los precios de los combustibles al eliminarse subsidios, desatando dos semanas de protestas que incluyeron el asedio a los poderes públicos por miles de indígenas que convergieron sobre Quito, la capital. El transporte también disparó la protesta en Chile, el pasaje en el metro de Santiago subió unos pocos centavos de dólar el 6 de octubre y bastó para que estallase la ira: primero los estudiantes abordaron los trenes saltando sobre los torniquetes de cobro, luego los exaltados destruyeron esos controles, las estaciones, los vagones y llegaron saqueos, incendios y barricadas.
El sustrato común que esgrimen los manifestantes que se lanzan a las calles es el de la desigualdad. La región, pese a sus avances económicos, sigue siendo la más desigual del mundo, con expresiones como que una de cada cinco personas vive en tugurios, según diferentes agencias de las Naciones Unidas, las expresiones son multidimensionales y locales, pero el contexto es que la falta de acompañamiento del progreso económico con la inclusión social ha llevado a que, según las últimas cifras del Banco Mundial, ocho países latinoamericanos estén en la lista de los 10 más desiguales del mundo, Chile destacado entre ellos y también resalta Haití, donde las protestas tienen carácter casi crónico, que han debido solventar los 17 presidentes que ha tenido desde 1990; en septiembre comenzaron manifestaciones contra el gobierno del mandatario Jovenel Moise, cuyo detonante ha sido la escasez en el suministro de combustible, aunque también de alimentos y de agua potable.
En Perú también se presentó una crisis, pero fue conjurada con la renuncia a asumir la primera magistratura de la vicepresidenta Mercedes Araoz, el respaldo de las fuerzas armadas y policiales al gobernante y, sobre todo, al evidenciarse en las calles y en las encuestas, que el presidente contaba con mucho mayor apoyo que sus detractores.
La región también se vio estremecida por la violenta eclosión del crimen organizado en México, cuando las fuerzas del cartel de drogas de Sinaloa doblegaron al ejército en esa ciudad del noroeste mexicano e impusieron la liberación de Ovidio Guzmán, hijo del afamado traficante Joaquín “El Chapo” Guzmán, quien purga cadena perpetua en Estados Unidos.
En medio de todo este panorama que contradictoriamente expresan desolación por un lado y determinación y lucha por el otro, una noticia muy grave ha quedado sumergida. En octubre pasado se realizó la segunda reunión de jefes de servicios de Inteligencia para dar continuidad al funcionamiento de la Red de Inteligencia Sudamericana Frente al Crimen Organizado y el Terrorismo (Riscot), tenebrosa red conformada por siete países de Sudamérica: Chile, Colombia Argentina, Brasil, Perú, Paraguay y Uruguay, cuyo objetivo es intercambiar información sobre amenazas y riesgos a nivel regional, lo cual es un eufemismo largamente utilizado para justificar la implementación de la doctrina de seguridad nacional contra nuestros pueblos.
Lo interesante es que ningún analista y partidario del neoliberalismo global estaba preparado para la repentina rebelión latinoamericana. La región se destaca estos tiempos por la agitación en las calles que se diseminó por el mundo en esta década a partir de la llamada Primavera Árabe (2010-2013), al poner en cuestión la desigualdad recordista de América Latina, la sociedad y el modelo económico vigentes.
El Grupo de Puebla está compuesto por presidentes, ex presidentes, referentes políticos y sociales y figuras académicas de doce países de todo el mundo. Tiene entre sus padres fundadores al excandidato presidencial chileno Marco Enríquez-Ominami y al presidente electo de Argentina, Alberto Fernández.
Además forman parte por Uruguay Daniel Martínez, varios exministros, exdiputados, juristas, entre ellos el exsecretario de la Organización de Estados Americanos José Miguel Insulza y la excandidata colombiana Clara López.
Hoy agrupa diez expresidentes entre sus filas, con el ahora presidente renunciante boliviano Evo Morales, su vicepresidente Álvaro García Linera y el exmandatario panameño Martín Torrijos. Tanto Evo como Linera entraron formalmente a este espacio tras arribar a México, también se incorpora la excandidata presidencial por Perú, Verónica Mendoza, que acompañan a los exjefes de Estado de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, y su par por Uruguay, José Mujica. Además, aparecen en este mecanismo el exmandatario de Paraguay, Fernando Lugo; y los expresidentes de Colombia, República Dominicana, Ecuador y España, Ernesto Samper, Leonel Fernández, Rafael Correa y José Luis Rodríguez Zapatero, respectivamente.
Este mecanismo formado por varias personalidades políticas, unidas desde el progresismo y con diversas visiones en busca de un continente más igualitario, sigue ganando terreno y asentándose como un bloque que aboga por la unidad intercontinental. Con estas nuevas incorporaciones son 36 líderes progresistas de América Latina y Europa, quienes coincidirán en 2020 en un tercer encuentro internacional con sede en Colombia. Según su declaración inaugural, se presenta al mundo como un contrapoder a los gobiernos de derecha que dominan el panorama político.
En una región convulsionada por las protestas y crisis políticas, el surgimiento del Grupo de Puebla contrasta con el de Lima, que se creó en 2017 con un solo objetivo: enfrentar al gobierno de Nicolás Maduro y es un instrumento oficial conformado por gobiernos mientras el de Puebla reúne a líderes y movimientos políticos, mayoritariamente de oposición, no instituciones estatales.
Es claro que para entender lo que está sucediendo hoy debe ser objeto de análisis profundo y riguroso y no simplista, como los que señalan este fenómeno como un nuevo radicalismo y la lucha entre dos polos: los neoconservadores y neoliberales, que solo privilegian a las grandes trasnacionales y al gran capital industrial y financiero nacional, en detrimento de sus pueblos y las fuerzas de izquierda y nacionales. Se trata de lograr gobiernos que se dediquen a llevar a sus países a consolidar un modelo económico, social y político que pueda satisfacer las crecientes necesidades de sus ciudadanos.
Lamentablemente la izquierda, lejos de unirse y frente a los problemas cruciales de la sociedad, se sumerge en temas que la fracciona, algunos en luchas por el poder y el vanguardismo y otros por diferencias ideológicas, cuando lo importante es la sólida unidad de los sectores de izquierda frente al tema central.
Con respecto al Grupo de Puebla, junto con sus elementos positivos surge el peligro de que, en vez de un mecanismo de la izquierda para neutralizar esquemas similares de la derecha, dado lo heterogéneo de su composición, se convierta en un factor neutralizador de las posiciones más revolucionarias de los pueblos de la región. Hay que mantenerse a la expectativa y alerta.
Fuente: Por Esto.
[Regresar a la página principal] |