de las ciencias, contribuye a la inserción en la vida social; la enseñanza de la literatura es muy útil porque desarrolla a la vez sensibilidad y conocimiento; la enseñanza de la filosofía estimula la capacidad reflexiva en cada espíritu reflexivo y, sin duda, las enseñanzas especializadas son necesarias en la vida profesional. Pero cada vez más falta la posibilidad de afrontar los problemas fundamentales y globales del individuo, del ciudadano, del ser humano.” (1)
Justo ahora que las y los legisladores han convocado a participar en audiencias públicas (febrero de 2019), con el propósito de discutir y analizar la iniciativa que el presidente López Obrador envió, el pasado mes de diciembre, a la Cámara de Diputados para modificar los artículos 3, 31 y 73 (Derecho a la Educación) de la Constitución Política mexicana, conviene recuperar algunas de las ideas del sociólogo, filósofo y educador francés. Y ello es pertinente porque en los textos de las iniciativas enviadas al Congreso, observamos una tendencia por reivindicar el derecho a la educación de niños, niñas y jóvenes, lo cual por sí mismo es indiscutible, sin embargo, a menudo se omite la legítima aspiración de los adultos a gozar de plenos derechos educativos.
La investigadora Rosa María Torres del Castillo, por su parte, también ha señalado esta sentida omisión en el seno de los debates y en documentos de ciertos organismos internacionales dedicados al análisis y estudio de los asuntos educativos. Por ejemplo, en su texto “Alfabetización y aprendizaje a lo largo de toda la vida”, Torres del Castillo afirma lo siguiente: “La alfabetización de jóvenes y adultos ha sido desatendida, en las dos últimas décadas, en las agendas nacionales e internacionales para la educación. Las metas de la Educación para Todos (Jomtien, 1990 y Dakar, 2000) terminaron centrándose, en la práctica, en niños y niñas, y en la educación escolar. Las Metas del Milenio para el Desarrollo (2000- 2015) ni siquiera se ocupan de los adultos y sus necesidades de aprendizaje.” (2)
Considero que esta coyuntura es oportuna, quizá irrepetible, para promover y establecer en nuestra Constitución Política, principios generales que orienten el Proyecto Nacional de Educación en términos amplios del derecho a la educación, con un sentido democrático, integral, con criterios incluyentes, de equidad, de participación social, gratuidad, de laicidad y de cobertura universal, tal como lo han señalado la mayoría de los participantes en dichas audiencias públicas.
Dice bien Torres del Castillo, al criticar los argumentos para dejar fuera a los adultos en los textos de las legislaciones que establecen los principios del derecho educativo en diferentes naciones, los cuales son insostenibles: “La recomendación de no invertir en alfabetización y en educación de adultos en general, hecha por el Banco Mundial desde fines de 1980 a los gobiernos de los “países en desarrollo”, se basaba en dos argumentos: (a) recursos escasos y necesidad de priorizar la infancia y la escuela, y (b) ineficacia atribuida a los programas de alfabetización de adultos. No obstante, ninguno de estos argumentos es válido, porque: (a) la educación de niños/niñas y la educación de adultos están íntimamente relacionadas, y por lo tanto no cabe la opción niños versus adultos, y (b) la supuesta ineficacia y baja rentabilidad de la alfabetización de adultos no se basó en información ni conocimientos confiables, lo que ha sido reconocido y rectificado por el Banco Mundial en años recientes (Lauglo, 2001; Oxenham y Aoki, 2001; Torres, 2004)” (misma obra)
Si existe la voluntad política de resarcir y reivindicar, en el texto Constitucional, el derecho pleno a la educación para las personas (niñas, niños, jóvenes y adultos), será conveniente dar paso a una concepción amplia del derecho a la educación a partir de estas ideas y premisas. Uno de los términos más ampliamente aceptados en la literatura educativa reciente, es referirse precisamente a la “Educación para la vida”, que evita los reduccionismos y ciertos modos fragmentarios (“sectarios”) que suelen permear los discursos políticos y la retórica reformista en materia educativa.
Esta misma idea de amplitud, extensionismo e inclusión de lo educativo (a lo largo de o) en la vida, es expresada así por Edgar Morin con sabiduría: “Vivir es una aventura. Cada ser humano, desde la infancia, desde la escuela a la adolescencia, edad de las grandes aspiraciones y las grandes revueltas, hasta el momento de hacer las grandes elecciones de vida, amor, familia, trabajo, y en toda edad hasta el final de la vida, encuentra el riesgo del error y de la ilusión, del conocimiento parcial o tendencioso.”... Y esa misma idea se ve aderezada por la observación crítica, por parte de Morin, acerca de la selección de los contenidos de la escuela: “Por todas partes se enseñan conocimientos, en ninguna parte se enseña qué es el conocimiento, mientras cada vez más investigadores comienzan a penetrar en esa zona misteriosa, la del cerebro/espíritu humano.”... “Así, enseñar a vivir no es solo enseñar a leer, escribir, contar ni solo enseñar los conocimientos básicos útiles de la historia, de la geografía, de las ciencias sociales, de las ciencias naturales. No es concentrarse en los saberes cuantitativos ni privilegiar las fonaciones profesionales especializadas, es introducir una cultura de base que comporte el conocimiento del conocimiento.” (misma obra). Lo cual nos lleva a reflexionar acerca de la importancia de la Filosofía, la Ética y la Epistemología en el conocimiento y accionar de lo educativo. En la necesidad de pensar la educación no sólo como repetición acrítica de saberes, sino en la reconstrucción razonada de lo sabido, de lo cierto, de lo dado. La base de la educación alternativa de nuestro tiempo está en el ejercicio, entre otras cosas, de la creación y la recreación de los saberes por parte de los seres humanos.
Hay una tarea indispensable por pensar y hacer para las y los legisladores mexicanos en esta coyuntura histórica, que se encuentran ante la posibilidad de establecer las bases del derecho a la educación con criterios extensos y profundos, humanistas. Pero también es una enorme responsabilidad, en el hecho de decidir y preservar los principios del pleno derecho a la educación, por parte de la sociedad en su conjunto.
Fuente: Sdpnoticias.com
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