Ese México sería uno, en donde todas las mañanas, además de escuchar a Ciro Gómez Leyva y a Pascal Beltrán del Río decirnos cuántos puntos ha ganado la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), los escuche decirnos cuántos pesos ha ganado el ingreso del trabajador promedio mexicano.
Quiero ese México porque sería uno mucho mejor enterado y justo.
Ese México sería uno donde, Carlos Loret por ejemplo, no permitiera que la fijación por medir el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) continuara. Por el contrario, se exploraría con detalle si el PIB se está, verdaderamente traduciendo en mejores condiciones de vida.
En ese México, nos daríamos cuenta de muchas cosas.
Sabríamos, por ejemplo, que los salarios simplemente no han crecido. Si los salarios mexicanos fueran un país, serían el segundo país que menos ha crecido en Latinoamérica (1.2%), sólo por encima de Puerto Rico (1.1%), un país devastado económicamente y que se encuentra en constante recesión desde el 2005 (Banco Mundial 2018).
En ese México, escucharíamos a Mario Beteta y a Sergio Sarmiento explicar que, de 2000 a 2016, el salario real promedio de los trabajadores del IMSS creció mucho menos que el 2.7% que aumentó Latinoamérica en su conjunto, y que fue lo mismo que tuvo Haití (1.2%).
Eduardo Ruiz Healy y Joaquín López Dóriga reportarían que algunos mexicanos viven en México (el país que crece a un 2.2% anual), pero que otros mexicanos, los asalariados, para todo término práctico, viven en Haití, un país que crece al 1.2%, como los salarios formales mexicanos (Banco Mundial, 2018, STPS 2018), (en los últimos dos años, la situación es aún peor con un crecimiento real del 1.1%).
Sabríamos que el salario mínimo ha crecido aún menos que el salario promedio. Si el salario mínimo mexicano fuera un país, éste no sería Haití sino Zimbabue, un país con una economía al borde del colapso, constante hiperinflación y, hasta hace poco, sujeta al liderazgo político de un dictador por 30 años (Banco Mundial, 2000-2016).
José Cárdenas y Yuriria Sierra reportarían que la economía de los salarios mexicanos crece al 0.3% promedio anual bajo el liderazgo de la Conasami, exactamente lo mismo a lo que creció Zimbabue durante el mismo periodo (2000-2016). Y así, con esa información, todos sabríamos que, en términos reales, hoy los trabajadores ganan menos que en 1995 (Banxico, 2018).
Sabríamos que la cantidad de personas que trabaja y vive en pobreza ha aumentado. Adriana Pérez Cañedo y Denise Maerker constantemente lo reportarían que, en 2006, 32% de los trabajadores no ganaba lo suficiente para satisfacer la canasta alimentaria, y que hoy ese número es 7 puntos superior (Índice de Tendencia Laboral de la Pobreza, Coneval, 2018). Sabríamos que uno de cada tres trabajadores mexicanos formales no puede ni mantenerse a sí mismo con lo que gana. Y así, todos sabríamos también que, si bien de 2008 a 2014 la economía mexicana creció en promedio 1.9%, los ingresos reales per cápita promedio disminuyeron 10.5 por ciento.
Sabríamos que los salarios cada vez alcanzan para menos. Ricardo Rocha y José Cárdenas nos dirían que un individuo que en 2008 ganaba 15,600 mil pesos hoy gana 13,300, y que 80% de la población en México disminuyó sus ingresos durante el mismo periodo (ENIGH, Inegi). Se reportarían no sólo los empleos generados, sino los salarios de éstos, como lo hace Data Coparmex.
Y, sabríamos también, que las condiciones laborales se han hecho más precarias. Francisco Zea y Martín Espinoza no comentarían que, en el 2006, 14.5% de los trabajadores de la construcción era contratado por outsourcing, pero que ahora ya es el 18 por ciento.
Sería claro que el poco crecimiento que México ha logrado no se han creado mejores condiciones para todos o, más bien, para casi nadie. La mediocridad de la economía mexicana sería evidente.
Pero, sobre todo, sabríamos interpretar lo que esta elección está demostrándonos a todos: que las encuestas no las va ganando “un grupo de enojados”. Las va perdiendo el modelo económico que generó un magro crecimiento económico que no se distribuye. No porque así lo quiso (de eso estoy convencida), sino, simplemente, porque no encontró soluciones.
Fuente: Excélsior.
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