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LAS BIOGRAFÍAS DE BENITO JUÁREZ
Noticia publicada a
las 03:53 am 17/03/18
Por: ALBERTO PERALTA MERINO.
@catulo63
La idea de que México era una sociedad proclive al culto a la personalidad, divisa hoy un tanto en desuso, solía reiterarse de manera acentuada durante los días de máximo esplendor del denominado “presidencialismo mexicano”.
Lo cierto es que nuestra historiografía no es prolífica en biografías, los denominados “evangelistas” de la “Guerra de Independencia”: Lucas Alamán, José María Luis Mora,
Carlos de Bustamante y Lorenzo de Zavala no cultivaron el género surgido por lo demás en la etapa helenística de la civilización con la obra de Plutarco, y que abandonaría las disquisiciones ejemplarizantes y moralizantes para incursionar en el disección del acontecer político de una etapa en periodo de mayor poderío de Roma con la obra de Suetonio.
Uno de los pocos hombres públicos de nuestra historia, cuya actuación política concitó de inmediato a ser biografiada fue precisamente don Benito Pablo Juárez García, cuyo aniversario conmemoramos en estos días, en medio de una situación social que llama a la reflexión profunda, dado el hecho de que, de cara a una sociedad secularizada, no por la expansión de una conciencia liberal ilustrada sino por efecto del desarraigo cultural, se toman decisiones que día a día vulneran sin embargo el enorme legado del laicismo en nuestra vida institucional.
El entusiasmo desatado por la victoria de Garibaldi en Italia sobre las fuerzas de los “estados Pontificios”, dinamizó la virulencia con la que el presidente Sebastián Lerdo de Tejada diera aplicación a la adición Constitucional del 25 de septiembre de 1873, mediante la cual se elevarían a rango constitucional los decretos emitidos en Veracruz por don Benito Juárez a partir del 12 de julio de 1859 y conocidos con el emblemático nombre de “Leyes de Reforma”.
En contrapartida, en medio del fragor de la “primera Guerra Cristera”, denominada específica y concretamente como la “Rebelión Religiosera”, los sublevados no dejaron de emplear las armas propagandísticas al unísono de las otras, entre las que destacaría la que acaso fuese la primero biografía del presidente Juárez, o quizá acaso más bien su hagiografía demoniaca atribuida a Regis Planchet, en la que, por supuesto, se describe el descenso a los infiernos del “Benemérito”.
Pese a la divisiones liberales de la época entre el propio Lerdo de Tejada, José María Iglesias y el propio Porfirio Díaz, la derrota de los sublevados consolidó el bagaje de secularización heredado de las “Leyes de Reforma”, a grado tal, que las obras de Francisco Bulnes, tanto “El Verdadero Juárez” así como de manera muy particular “Juárez en las Revoluciones de Ayutla y de Reforma”, se abocan a despersonalizar el mérito y atribuir la secularización institucional del país a un proceso político de autoría colectiva, obra que, por una parte nadaría a contracorriente de la tesis referida sobre la supuesta proclividad nacional al “culto a la personalidad”, en tanto que, por lo demás, generaría como reacción la publicación de la obra de don Justo Sierra destacando, precisamente, el legado personal del presidente en la vida política de México.
La obra teatral de Franz Werfel, que al decir de Rodolfo Usigli se escenificaría en todos los escenarios importantes del orbe, destaca el impacto que Juárez despertaría en un dramaturgo que no vacilaba un ápice en declarase “judío” en medio de las declaraciones socialistas del “congreso de Basilea” en tanto que el laicismo tradicional de la República Francesa se viera en entredicho en medio de la diatriba destacada en la opinión pública del país con motivo del proceso seguido al Capitán Dreyfus.
No en balde, acaso con los ecos de la representación teatral de “Juárez y Maximiliano” en la memoria, la magna síntesis del trabajo biográfico sobre don Benito Juárez correría a cargo de un perseguido de la “comisión McCarthy” asentado en nuestro suelo como lo habría sido el escritor Ralph Roeder.
Inclinándome por la visión sociológica de Bulnes que atribuiría el proceso de secularización del estado a un esfuerzo colectivo, y con lo que quedaría del todo desacreditada la idea de la supuesta proclividad nacional a rendir “culto a la personalidad”, la herencia que en el plano simbólico nos ofrece el presidente Juárez, resulta invaluable, hoy más que nunca, la preservación a toda costa del laicismo establecido en Veracruz a partir del 12 de julio de 1859, no en balde, Juárez es uno de los muy pocos personajes históricos de nuestro país que han despertado el genio creador de los biógrafos.