porque siendo un joven al que le brillaba en los ojos la inteligencia actuaba como un viejo mordaz y egoísta hacia los intereses más sentidos de la nación.
En veinte años de carrera política, fue desde haber sido secretario particular de un presidente de la República (Felipe Calderón), hasta subsecretario, y también diputado y senador, desde donde ahora se despide de la política.
Su tremenda capacidad para la argumentación parlamentaria siempre la puso al servicio de un régimen que ha mirado a las leyes como un instrumento de dominio de la población. Leyes que ahora un gran sector de la gente cuestiona, reclama y mira como productos legislativos absolutamente envenenados para la República, como lo ha sido la reforma energética.
Impulsó la Ley de Seguridad Interior al grado de que fue el autor de una de las varias iniciativas que acuerparon una norma que ahora está controvertida y en espera de que los ministros de la Corte juzguen si es inconstitucional o no.
Su visión de un México totalmente cargado a la derecha y el conservadurismo lo pintó como un muchacho con una extraña vocación por la dictadura.
Dijo que se va de la política. Y esta clase política mexicana, tan caracterizada por su desmemoria y extremada complacencia con los suyos, lo despidió el jueves 15 de febrero de 2018 con honores casi, con reconocimientos como amigo, como compañero, como gran tribuno.
Podrá serlo para ellos. Pero también están los hechos. He aquí partes medulares del discurso de Roberto Gil Zuarth: “He tomado la decisión de separarme del Senado de la República y dejarle el escaño a Acción Nacional, porque asumo, entiendo, que esa posición le corresponde a mi partido.
“Inicia un momento en el cual el partido se define frente a sus adversarios, un momento de competencia, un momento en el que saldrá a la calle a definirse, que saldrá a la calle a conquistar la confianza de los ciudadanos y en esta trinchera, en este brazo del partido debe haber alguien que con mejor convicción que yo dé esa batalla en los debates parlamentarios, en las negociaciones políticas y en las decisiones que inevitablemente va a tomar este Senado de la República.
“Pero acompañado de esa decisión también tomé otra, la decisión de apartarme de la vida partidaria activa.
“No dejo el PAN, no puedo dejar un sistema de valores, un sistema de creencias que define la forma en la que uno es y la forma en la que interactúa con otro. Eso no está en una credencial, no depende de un lazo formal con un partido, con una organización, es una forma de entender a la persona, a la sociedad, al Estado, al mercado, al mundo, la forma de entender la política, una política nutrida de valores, una política nutrida de principios.
“Pero también es cierto que a veces uno tiene que tomar distancia de sí mismo, de su propia realidad, llevo 20 años ininterrumpidos en el ejercicio de la actividad política y a veces uno pierde la dimensión, uno pierde perspectiva, se acostumbra uno al amasijo de privilegios que implican los cargos públicos y pierde uno de vista que la política es mucho más que el poder, el poder es el instrumento de la política, pero no es la definición de la política, la buena política es diálogo, la buena política es encuentro, la buena política es conciliación, la buena política es el reconocimiento del otro, es empatía, es cruzar la frontera de tus propias convicciones para abrazar las convicciones de los otros, es encontrarse a la mitad del pasillo, es encontrarse en un punto intermedio que deje satisfacción a las partes no solamente porque fue legítima la participación en el proceso, sino porque el resultado es en sí mismo valioso para quien participa de esa decisión.
“Es muy ególatra decir que es una pausa, los políticos sabemos cuándo nos vamos, pero no sabemos cuándo regresamos.
“Sabemos a partir de nuestras decisiones qué seguirá para nosotros, pero el lugar que tenemos en la política está circunscrita inevitablemente a los azares, a la fortuna, como decía Maquiavelo.
“Hoy en día, las base de legitimidad de la política están profundamente cuestionadas, cada vez es más aguda la distancia entre los ciudadanos y los políticos. Se ha generalizado un discurso que asume que la política y los políticos son de alguna manera los adversarios, los enemigos, los estorbos del desarrollo, que incluso la representación que aquí se ejerce, es en alguna forma, es en alguna forma una obstrucción a las buenas causas.
“Tienen razón los ciudadanos que desconfían de la política, en muchas ocasiones hemos desprestigiado con nuestro actuar la política, pero sin política no hay sociedad libre y no hay sociedad justa, la política es la alternativa a la violencia, la política es la alternativa al imperio del más fuerte, la política es la posibilidad de los diferentes, de vencerse en competencia, pero no de aniquilarse o destruirse”.
No hablaba así en sus tiempos de secretario particular de Calderón por supuesto. ¿O acaso tendía un puente hacia los territorios que antes combatía?
Fuente: Zócalo de Saltillo.
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