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HOMBRES E INSTITUCIONES
Noticia publicada a
las 03:13 am 21/10/17
Por: Juan José Rodríguez Prats.
El Estado en el siglo XXI está atravesando por una profunda crisis de identidad. Hay una tensión permanente entre instituciones y la calidad de la clase política
“Que se alce una nube / promulgando leyes”.
María Negroni
México es un país de muchas leyes; abruman, crean instancias, se estorban unas a otras. Con ellas se engaña, se hace demagogia, se frustran aspiraciones.
A partir de 1997, hemos producido un derecho partidista que ha perdido la noción del interés nacional y del bien común.
Pretendemos mejorar nuestra cultura política con leyes, lo cual, además de inocuo, es obsceno. Somos un país de leyes, pero de leyes incumplidas. Somos un Estado fallido porque no somos un auténtico Estado de derecho.
En días recientes se dieron cinco acontecimientos que llaman a la reflexión:
En Austria triunfa el líder conservador Sebastian Kurz, y los ultraderechistas se colocan a las puertas del gobierno como socios clave para formar mayoría. Se repite lo acontecido en Alemania: caída de la socialdemocracia y presencia preocupante de fuerzas neofascistas.
En España se confrontan el Estado y una entidad autonómica, Cataluña, en un intento independentista ilegal. Se ponen en juego las instituciones de una monarquía constitucional y un régimen parlamentario.
El proceso electoral venezolano arroja resultados inverosímiles y Maduropronuncia una frase para poner la carne de gallina: “Los venezolanos somos un pueblo jodido, pero somos felices”.
En Estados Unidos continúa la lucha entre Ejecutivo y Legislativo, lo cual lleva a la judicialización de la política.
Raúl Sendic, vicepresidente de Uruguay, renuncia, acusado por su partido de corrupción. Lo sustituye una mujer ejemplar, Lucía Topolansky.
El Estado en el siglo XXI está atravesando por una profunda crisis de identidad. Hay una tensión permanente entre instituciones y la calidad de la clase política. En otras palabras, no es suficiente un buen diseño normativo si quienes se encargan de desempeñar los cargos no asumen con integridad sus deberes. Vemos ejemplos de avances y de retrocesos.
Hacia nuestra realidad, es pertinente lo que, con su envidiable prosa, Jesús Silva-Herzog Márquez señala: “La armazón legal, brotando como Minerva de la cabeza de Júpiter, sin pasar por la suciedad y el calor de una entraña materna, resultaba inaplicable a nuestras circunstancias peculiares”.
Próximos a grandes decisiones, estamos incurriendo en la búsqueda de soluciones mágicas: candidaturas independientes (que no son tales), alianzas y propuestas de cambios a nuestro régimen presidencial. No se trata de copiar instituciones que funcionan en otros países olvidándonos de nuestra realidad y algo queda claro: la teoría del Estado está siendo profundamente sacudida ante nuevos desafíos que no operan con los viejos esquemas.
Se me ocurre un tema elemental, soslayado hasta ahora. ¿Por qué no meterle mano al federalismo y al equivocado método de reparto de competencias del artículo 124? Tenemos una cargada burocracia haciendo tareas duplicadas en diversas instituciones. Carecemos de verdaderos controles en los gobiernos estatales. Se requiere una gran reforma para depurar nuestro sistema de tantas leyes inútiles y tantas instancias innecesarias. Otro más: revisemos el juicio de amparo, un instrumento que entorpece la acción de la justicia.
En materia jurídica el mal no se hace por el mal en sí mismo, sino por el bien que se pretende hacer cuando éste no está definido con claridad. Hemos creado muchas instituciones en el afán de ser más transparentes, pero continúa la percepción de opacidad. Vamos a la enésima reforma para combatir la corrupción, sin ninguna evidencia de que disminuya la impunidad.
La lección es clara: aprendamos de los acontecimientos mundiales y recordemos nuestra historia.