Mientras los liberales de antes eran centristas o de centroizquierda (como los radical-socialistas franceses), los de ahora son derechistas. Los liberales norteamericanos suelen llamarlos "neocons", palabra ambigua que designa tanto "conservadores" como con-men , abreviatura deconfidence men , o sea, "estafadores".
Para salir de dudas consulto mi viejo Petit Larousse illustré , que me acompaña desde el primer año del colegio secundario. Traduzco: "Que le gusta dar. Favorable a la libertad". De modo que yo no estaba descaminado.
Pero han transcurrido siete décadas desde la aparición de esa edición, de modo que consulto la última, de 1999. Esta debe de estar al día, ya que, a diferencia de la anterior, incluye a dos filósofos hispanohablantes (el otro es Ortega y Gasset).
Traduzco: "1. Favorable a las libertades individuales, a la libertad de pensar, a la libertad política. 2. Que pertenece al liberalismo económico o político".
Política y mercado
La segunda acepción capta la ambigüedad del uso actual de la palabra, ya que se puede ser liberal en política económica sin serlo en política política, o viceversa. Por ejemplo, el célebre economista neoclásico Vilfredo Pareto sostuvo que sólo un Estado fuerte puede garantizar las llamadas leyes del mercado. Por esto aplaudió el ascenso del fascismo italiano, a cambio de lo cual Mussolini lo nombró senador vitalicio. Medio siglo más tarde, el general Pinochet eliminó violentamente las libertades cívicas en nombre de la libertad irrestricta de empresa.
Su asesor y el de Margaret Thatcher, el profesor Hayek, explicó que para defender la libertad económica a veces es preciso suprimir la libertad política. Esto dio motivo a que Raúl Prebisch, el gran economista argentino creador de la Cepal (y mi padrino laico), escribiera un delicioso diálogo imaginario con Hayek y Friedman. En él desnudaba a los dos apóstoles contemporáneos del liberalismo económico.
Poco después de terminar la Guerra Fría, en Italia se formó el llamado Polo de la Libertad, máximo defensor del liberalismo económico. Sus constituyentes principales son la Alianza Nacional (neofascista) y Forza Italia, el partido-empresa armado por el gran empresario Silvio Berlusconi (convicto de fraude y soborno). Acaso por este motivo los italianos prefieren llamar liberismo a lo que otros llaman liberalismo y entienden por libertad de empresa.
Está claro entonces que las libertades, como los derechos, pueden entrar en conflicto. La libertad de emplear y despedir pone en peligro la libertad de trabajar. La libertad de comercio internacional debilita la libertad de la empresa nativa. La libertad política da la posibilidad de trabajar por la justicia social, que puede trabar el libre mercado.
John Stuart Mill, que pasa por ser el campeón liberal del siglo XIX, no favoreció el liberalismo económico sino el socialismo cooperativista. Su libro más citado, Sobre la libertad , trata de libertades individuales, no del mercado libre. John Rawls, el profesor de Harvard que se hizo famoso por su "teoría de la justicia", ni siquiera menciona el liberalismo económico en su libro Political Liberalism (1993), de casi 500 páginas. Lástima, porque es conveniente aclarar las diferencias entre las dos doctrinas, así como averiguar cómo están relacionadas tanto lógicamente como de hecho.
La libertad política irrestricta permite atacar a los liberalismos de todo tipo. Por ejemplo, en los Estados Unidos el Ku Klux Klan, el Partido Nazi, los supremacistas arios y otros enemigos declarados de las libertades individuales y políticas son legales. (En cambio, no lo son en Canadá, donde la ley prohíbe, sabiamente, la propaganda de odio.) Más aún, la libertad de expresión de esas organizaciones antiliberales es defendida por la American Civil Liberties Union, constituida por abogados y activistas sociales liberales en el sentido político, que serían las primeras víctimas si esos grupos llegaran al poder.
Dada la posibilidad de conflictos entre distintas libertades, el liberalismo integral es imposible. O sea, no se puede ser igualmente liberal en todos los aspectos. Para combinar las diversas libertades hay que hacer algunas concesiones. Por ejemplo, la libertad política no debería abarcar los atentados contra las libertades individuales. La libertad de empresa no debería acarrear la libertad de explotar, de contaminar el ambiente, de corromper a funcionarios y políticos, ni de azuzar guerras. Y la libertad cultural debería proteger a las organizaciones culturales.
Receta para neodemócratas
Creo que una buena receta para defender las libertades individuales, políticas, económicas y culturales es la vieja fórmula de la Revolución Francesa: "Libertad, igualdad, fraternidad". ¿Por qué? Porque la libertad sólo es posible entre iguales y, a su vez, la igualdad es vulnerable sin fraternidad (o, mejor, solidaridad).
Sin embargo, esa fórmula puede perfeccionarse, agregando la pericia necesaria para vivir, trabajar y gobernar eficazmente en el complicado mundo moderno. O sea que la fórmula completa sería: "Libertad, igualdad, solidaridad, idoneidad". No me suena mal, ya que un cuadrado está formado por dos triángulos adyacentes.
Pero quienes sostuvieran esta fórmula ampliada no se autodenominarían liberales ni igualitarios ni solidaristas ni tecnócratas, ya que apreciarían los cuatro lados por igual. Podrían llamarse demócratas integrales, o neodemócratas. (El rótulo socialdemócratasería adecuado si no fuera porque ya nadie sabe qué es la socialdemocracia, sobre todo cuando está en el poder.) En definitiva, ¿qué es un(a) liberal hoy día? No lo sé. Sólo sé qué es ser liberal en algún aspecto determinado: político, económico o cultural. Siendo así, la etiqueta liberal , sin más, es ambigua o incluso engañosa. Desconfiemos de quien la use sin calificativo.
El autor es un físico y filósofo argentino radicado en Canadá. Su último libro es Las ciencias sociales en discusión (Editorial Sudamericana).
Fuente: FIAT LUX.
[Regresar a la página principal] |