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Lo desconocido de la muerte de Don Benito Juárez

Noticia publicada a las 03:01 am 18/07/17

Por: JAIME ZÚÑIGA BURGOS.

La admiración y el respeto por don Benito Juárez García, surgió en el alumno de tercero de primaria que al escuchar de su maestro un interesante relato —el más conocido en los años cuarenta del siglo pasado—, el del pastorcillo indígena que en un pequeño y perdido pueblo oaxaqueño, cuidaba las chivas de su tío, y que de muy humildes orígenes, sin saber hablar el castellano,

logró superarse hasta llegar a ser uno de los hombres que con su patriotismo como Presidente logró el más importante y trascendente empeño para consolidar el México que tenemos.
Si bien era muy conocido que don Benito Juárez García durante sus diferentes cargos públicos se desempeñó con entrega sin límites y convencido de la gran importancia de su patriótico actuar para con la nación al lograr lo que se conoce como la segunda independencia, surgía en muchos una inquietud de un hecho del que ningún ser humano, por distinguido que sea no se puede liberar y esto es la muerte, de lo que no se hablaba absolutamente nada en los libros de texto o en los ensayos de estudiante, dándola por sentado al conocer “que el dieciocho de Julio de 1872 había fallecido el Presidente Juárez en el Palacio Nacional”, y mal informados estábamos los queretanos de nuestra generación, por una versión muy local, escrita en el libro de publicaciones Cimatario, cuyo título es “La Carambada” firmado con el pseudónimo de Joel Verdeja Souza de autoría de los hermanos Cabrera.
En esta versión novelada de la vida de una conocida bandolera, asaltante de caminos, que supuestamente al vengar la muerte de su hombre, da muerte al Gobernador Benito Santos Zenea, y le da la hierba conocida como “la veintiunilla” a don Benito Juárez, datos que en una historia paralela a la realidad, pero, de manera muy domestica los queretanos —muchos— creíamos por escucharla de nuestros mayores, pero nada más ilusorio que lo expresado en el libro de La Carambada y ante lo extendido de la versión falsa e ilusoria sobre la muerte del Presidente Juárez, rescatamos el siguiente relato hecho por su Médico de cabecera.
El Médico personal del Presidente Juárez era el Doctor Ignacio Alvarado, quien lo había atendido durante los últimos meses de unos dolores de pecho, tratándole con los medios de que se disponía en esos años, y la mañana del día dieciocho de Julio de 1872, acuden con suma urgencia a su domicilio, para que de inmediato se traslade al Palacio Nacional, ante lo que se suponía era un nuevo ataque de “angina de pecho”, sufrido por el señor Juárez.
Como el domicilio del Doctor Alvarado estaba muy cercano, rápidamente se encontró frente a su paciente para atenderlo, y lo que ese día aconteció, el propio Dr.
Alvarado lo relata paso a paso de la siguiente manera, y que por ser un documento de suma trascendencia se rescata y se trascribe como tal.
Últimas horas de su vida.
Terrible enfermedad la que nos arrebató al señor Juárez.
La angina de pecho, que con más o menos crueldad ataca a otras personas, desplegó su más extraordinaria energía cuando tuvo que habérselas con un héroe, y como si fuera un ser racional que comprendiera que, para luchar con éxito con aquella alma grande, era indispensable ser también grande en la crueldad.
Dos horas hacía apenas que estaba yo a su lado, cuando la opresión del corazón con que empezó, se trasformó en dolores agudísimos y repentinos, los que veía yo, más bien los que adivinaba en la palidez de su semblante.
Aquel hombre debía estar sufriendo la angustia mortal del que busca aire para respirar y no lo encuentra; del que siente que huye del suelo en que se apoya y teme caer; del que, en fin, está probando, a la vez, lo que es morir y seguir viviendo.
La enfermedad se desarrolló por ataques sucesivos; los sufre en pie.
Vigorosa en su naturaleza, indómita su fuerza de voluntad y aún desplegada toda ésta, no le es dable sobreponerse por completo a las leyes físicas de la vida y al fin tiene que reclinarse horizontalmente en su lecho para no desplomarse y para buscar, instintivamente en esta posición, el modo de hacer llegar a su cerebro la sangre que tanta falta le hace.
Cada paroxismo dura más o menos minutos, va desvaneciéndose después poco a poco, vuelve el color a su semblante y entra en una calma completa; el paciente se levanta y conversa con los que lo rodeamos de asuntos indiferentes, con toda naturalidad y sin hacer alusión a sus sufrimientos, y tal parece que ya está salvado, cuando vuelve un nuevo ataque y un nuevo alivio y en estas alternativas trascurren cuatro o cinco larguísimas horas, en que mil veces hemos creído cantar victoria o llorar su muerte.
Serían las once de la mañana de aquel luctuoso día dieciocho de Julio, cuando un nuevo calambre dolorosísimo del corazón, lo obligó a arrojarse rápidamente a su lecho; no se movía ya su pulso, el corazón latía débilmente; su semblante se demudó cubriéndose de las sombras precursoras de la muerte, y en lance tan supremo tuve que acudir contra mi deseo, a aplicarle un remedio muy cruel pero eficaz: el agua hirviendo sobre la región del corazón; el señor Juárez se incorporó violetamente al sentir tan vivo dolor y me dijo con el aire de que hace notar a otro su torpeza: “Me está usted quemando”.
“Es intencional, señor, así lo necesita usted”, le conteste.
El remedio produjo felizmente un efecto rápido, haciendo que el corazón tuviera energía para latir, y el que diez minutos antes era casi un cadáver, volvió a ser lo que era habitualmente, el caballero bien educado, el hombre amable y enérgico.
Después de este lance, el alivio fue tan grande y tan prolongado, que se pasaron cerca de dos horas sin que volviera el dolor, la familia se retiró al comedor, y quedando yo solo en compañía suya, me relataba, a indicación mía, los episodios de su niñez, la protección que le había dispensado el señor cura de su pueblo, etc.
Cuando yo estaba más pendiente de sus labios, se interrumpió repentinamente y clavando en mí fijamente su mirada me dijo casi imperativamente: “¿Es mortal mi enfermedad?” ¿Qué contestar al amigo, al padre de familia, al jefe del Estado?.
.
.
Pues la verdad, nada más que la verdad; y procurando disminuirle la crueldad de mi respuesta, le contesté con la vacilación consiguiente a lo imprevisto de a pregunta: “No es mortal en el sentido de que ya no tenga usted remedio”.
Comprendió, no obstante que ella quería decir: “Tiene usted una enfermedad de la que pocos se escapan”.
Continuó inmediatamente su interrumpida relación en el punto mismo en que la había dejado, como si la sentencia de muerte que acababa de oír, hubiera de ser aplicada a otra persona que no a él mismo.
No le vi inmutarse; no le vi basilar (sic) una palabras; ni trató siquiera de pedirme las explicaciones que tanto deseaba yo darle, esperó para conocer su sentencia, a que su familia no estuviera presente para no acongojarla; y aprovechó la distracción de mi atención para que al hacerme de improviso la pregunta, no tuviera yo tiempo de estudiar la respuesta.
Aquella calma de tres horas pronto despareció, y un nuevo ataque más formidable, mas repentino y más prolongado que el de la mañana, vino a perturbar la reciente tranquilidad de los que lo rodeábamos, e inútiles cuantos medios empleé antes de ocurrir otra vez al agua hirviendo; fue al fin preciso venir a él, porque ya no sentía yo el pulso debajo de mis dedos.
Le anuncié lo que íbamos a hacer y con la más perfecta indiferencia y con la calma más imponente – y la llamo imponente porque la palidez de su semblante, la falta de pulso y su respiración anhelosa estaban anunciando que el termino funesto se acercaba a grandes pasos.
Se tendió en el lecho, él mismo se descubrió el pecho sin precipitación, y esperó, sin moverse, aquel bárbaro remedio.
Le apliqué sin perder tiempo y aún me parece que estoy mirando cómo se crispaban y extendían alternativamente las fibras de los músculos sobre las que hacia la aplicación, señal evidente de un agudísimo dolor; dirigí mi vista a su semblante… ¡Nada! Ni un solo musculo se movió ni la más ligera expresión de dolor o de sufrimiento, su cuerpo todo permanecía inmóvil y esto cuando al quitar el agua se levantaba una ámpula de varias pulgadas sobre su piel vivamente enrojecida.
Entre tanto, desde por la mañana había volado por la ciudad la noticia de la enfermedad del Presidente y acudieron a verlo sus Ministros y sus incontables amigos políticos y personales y por razones que no es difícil comprender, se ocultó tan cuidadosamente al público la gravedad de la situación, la que solamente conocíamos la familia y yo, que todos quedaron creyendo que simplemente se trataba de un reumatismo y para que no se desvaneciese esa creencia, a nadie se le permitió la entrada a la recamara.
En esa inteligencia uno de los secretarios de Estado, el de Relaciones, según recuerdo, quería hablarle de algún asunto de su ramo, y el señor Juárez le mandó suplicar que lo dispensara por aquel día.
En la tarde, el mismo ministro insistió en verlo manifestando que era un negocio muy urgente, precisamente en los momentos en que el dolor del corazón era muy intenso, en que la respiración era jadeante y en que había desaparecido completamente el pulso.
Aquel hombre, que llevaba ya doce larguísimas horas de ser la presa de una muy dolorosa enfermedad, y que por esto su energía debería de estar agotada, se levantó con calma sin demostrar ni impaciencia ni contrariedad, arreglo su corbata, cubriose con una capa, se sentó en un sillón; ordenó que entrara el Ministro y haciéndole sentar frente a él, escuchó con atención el asunto que llevaba, discutiendo los principales puntos y dándole por último, su resolución definitiva.
No había en su semblante en esos momentos, nada que revelara el espantoso dolor que le estaba carcomiendo una de sus entrañas, nada que diera a conocer que esa entraña era ya impotente para hacer llegar la sangre hasta la cabeza, y si no hubiera sido por las gotas de sudor frio que yo le enjugaba de su frente y por la palidez indisimulable de su semblante, aún yo mismo había creído que estaba sano, pues que a impulsos de su voluntad, llegó a dominar toda manifestación de sufrimiento.
Aún hay más.
Una hora después de haber salido el Ministro solicitó hablarle uno de los Generales más distinguidos,(No se precisa pero pudo ser Porfirio Díaz) a fin de pedirle sus últimas instrucciones para la campaña que iba a emprender inmediatamente, no obstante que le faltaba el pulso ya hacía varias horas y que su situación era completa y absolutamente desesperada.
Lleno de admiración vi al señor Juárez discutir con él de la manera más tranquila, lo que era lo más conveniente hacer; todavía no comprendo cómo pudo su cerebro casi exangüe, recordar qué personas recibían en las poblaciones que iban a hacer en breve el teatro de la campaña, cómo podía traer a la memoria las cualidades morales y los antecedentes políticos de esas personas, con tanta exactitud, que pudo indicar al General a quienes desconfiar y a quienes tener como amigos.
En una palabra dio los pormenores que daría una persona que tiene concentrada por completo su atención en un asunto de interés, y que está libre de toda preocupación; es decir, hizo abstracción de su persona en los momentos de morir, para no pensar más en que en el bien público en cumplimiento de su deber.
Concluida aquella conferencia, pálido y vacilante se arrojó por la postrera vez en su lecho, para no levantarse jamás que cinco horas después no era ya lugar de descanso del Presidente, sino el lecho mortuorio del hombre grande, del patricio que desaparecía de entre nosotros, pronunciando sus últimas palabras en bien de la Republica, del varón esforzado y justo que nos dejó un ejemplo muy difícil de imitar.
Así pasó Benito Juárez de la vida transitoria a la inmortalidad, con la tranquilidad de conciencia con que muere todo hombre justo y honrado que, como él, supo siempre cumplir con su deber.
En este informe del Dr.
Alvarado encontramos el dramatismo de la muerte del hombre que dejaba un gran vacío que llenar, y que ante la incertidumbre de lo que pasaría al conocerse de la muerte del Presidente, fue hasta los días 21 y 22 del mismo mes de Julio en que se dio a conocer su fallecimiento y su cadáver con toda solemnidad fue expuesto en el Palacio Nacional.
El cortejo fúnebre partió con rumbo al panteón de San Fernando el día 23.

FUENTE: Noticias, La verdad cada mañana.

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*** SINOPSIS INFORMATIVA ***

ALGUNOS TIPOS DE GOBIERNO NO CAMBIARÁN...
No ganó el PRIAN pero algunos gobiernos a pesar de ser de "MORENA", están pintados de azul o rojo, más no de guinda. Pero esperemos que el Presidente AMLO logre su plan de austeridad en toda la república, porque en algunos municipios aún se dan el lujo de gastar y robar los recursos a manos llenas a espensas del pueblo.

FUTURO INCIERTO PARA TEHUACÁN
En panorama económico para la ciudad de las granadas es fatal, en primera porque no hay inversionistas que deseen arriesgar su capital de forma seria y lo que sobra son especuladores, o dueños de capitales golondrinos que llegan “lavan” y se van a realizar la transa en otros países o Estados de la República.

SÍNTESIS DE TEHUACÁN
Este medio digital cumplió 17 años en esta gran lucha por informar a Tehuacán y alrededores, aún más allá de donde nuestra vista alcanza hemos logrado obtener lectores hispanos en otros países tanto en este continente como del otro lado de las aguas... hemos recibido críticas, amenazas, despojos y demás pero es muy fácil escribir sin firmar sus letras o incluso hablar detrás de un anónimo, a ellos agradecemos que nos tomen en cuenta, pero más a los que nos brindan su preferencia y se suman a la gran cadena de los que quieren saber un poco más cada día. Síntesis de Tehuacán les desea salud, trabajo y nuevas experiencias hoy y siempre.

POLÍTICA A LA MEXICANA
Sé que Morena es la promesa de la transformación de la política en el país, el Estado y la ciudad, porque sugiere una transformación de modelo económico. Pero después de la muerte de Barbosa y la llegada de Céspedes Peregrina a la Gobernatura de Puebla dejará mucho que desear puesto que es un mundo de latrocinio y simulación disfrazado de trabajo, el cual esperemos se termine a la salida del antes mencionado. Ya rendirán cuentas cada uno de los barbosistas al finalizar su supuesta gestión.

NO HAY CAMBIO CON POLÍTICOS CORRUPTOS Y MOCHOS
Un gran periodista que fue don Roberto Blanco Moheno dijo que: “para lograr transformaciones firmes, había que romper con los arcaicos moldes”. Y de esa manera tituló a su columna por el tiempo que la escribió.

EL PESO
El peso se ha fortalecido frente al dólar en su cotización oficial en lo que va de la gestiòn de AMLO. Esperemos termine mejor en este sexenio y veamos que nos depara con el sucesor.

YA 4 AÑOS...
Este año 2023, se cumplen enormes logros con pensiones y apoyos que quedaron grabados en la constitución. Algunos locos ya comen ansias por iniciar formalmente sus campañas, sin saberlo deberán esperar casi un año para presentar sus propuestas a Andrés Manuel en su Proyecto de 2024, pero el ya tiene en mente una buena jugada para ese entonces.

Alberto Cortez: "Arriba la vida...".

Estos libros recomienda el STAFF de Síntesis Tehuacán para ilustrarse acerca de lo que pasa en la actualidad.

 

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